Nínive, capital del imperio asirio

El Imperio Nuevo asirio tuvo en su apogeo a Nínive como capital. Dentro de sus colosales murallas Senaquerib y Assurbanipal construyeron palacios fabulosos. Pero todo quedó arrasado tras la invasión babilónica.


Cerca de la actual Mosul (Irak) y a poca distancia de los ríos Tigris y Hoser se hallaba Nínive, la ciudad más grande del Próximo Oriente antiguo después de Babilonia. El visitante que se aproximaba por aquélla zona de ricas y fértiles tierras debía quedar maravillado al contemplar la imponente muralla que circundaba la ciudad. La había mandado construir Senaquerib en el siglo VII y tenía doce kilómetros de perímetro. Pero además de extensa y poblada, Nínive fue sinónimo de esplendor y dinamismo. Una ciudad ligada también a un pueblo: los asirios, que a lo largo de más de un milenio harían de Nínive primero un centro religioso y luego la capital de su imperio. El rey asirio Sargón II (722-705 a.C.) había fundado su propia capital, Dur-Sharrukin, pero su hijo Senaquerib, distanciándose de su padre, abandonó la nueva capital para trasladarse a Nínive. Así, el antiguo centro religioso dedicado a Ishtar —en cuanto diosa de la guerra y la destrucción— pasó a ser la capital del Imperio asirio. Senaquerib gobernó de un modo implacable, sofocando, una vez tras otra, los levantamientos azuzados por los egipcios. Lo que Senaquerib destruyó en Babilonia lo construyó en Nínive. Casi triplicó la superficie de la ciudad: el perímetro inicial de cinco kilómetros de muralla pasó a doce. Entre 15 y 18 puertas no menos impresionantes —cada una dedicada a una divinidad—, daban entrada al recinto. El palacio, aunque no se ha conservado entero, alcanzó un esplendor legendario: tenía al menos 70 habitaciones y 3.000 metros de decoración mural. Senaquerib lo bautizó como “Palacio sin rival”. Posteriormente, Asurbanipal erigió un nuevo palacio, menos extenso que el de su abuelo pero no menos magnífico. Pero poco después de la muerte del monarca en el 627, el imperio que había dominado durante varios siglos toda Mesopotamia se derrumbaría repentinamente.

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